sábado, 16 de julio de 2011

Crítica "Harry Potter y las reliquias de la muerte: parte 2"

No sé si es coincidencia o casualidad, la cuestión es que toca iniciar este blog con la crítica de la película del año, “Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 2.”
El 16 de noviembre de 2001 llegaba a las pantallas de cine de todo el mundo la historia de un niño mago que descubre que existe un mundo mágico conviviendo con el nuestro. Diez años después vemos a ese mismo niño, convertido en adolescente, dispuesto a enfrentarse a su mayor enemigo en la batalla final. El viaje de  Harry Potter llega a su fin.


"Harry Potter y las reliquias de la muerte Parte 2” llega a nuestras pantallas con dos objetivos claros: batir todos los record de taquilla (ya ha superado a “Luna Nueva” como la película más taquillera el día de su estreno y las predicciones dicen que superará a “El caballero oscuro” en todo el fin de semana) y el de cerrar la saga más importante de la década. La primera parte fue una maravilla que reconcilió al director con los fans del joven mago, decepcionados con su trabajo en las dos anteriores adaptaciones de la saga. ¿Esta la segunda parte a la altura de su antecesora? Definitivamente sí.

"Harry Potter y las reliquias de la muerte parte 2" empieza como termina la primera y sin más dilaciones se introduce en el asalto a Gringotts, el banco de los magos donde se encuentra oculto uno de los horrocruxes necesarios para acabar con Voldemort. El director narra los acontecimientos de manera rápida casi como si quisiera liquidar cuanto antes el asunto y empezar con lo que de verdad importa,  con lo que los fans llevan diez años esperando: la batalla en Hogwarts .Y esa decisión  no es mala, todo lo contrario, permite dar el tiempo necesario a otras escenas que requieren un ritmo más pausado para calar en la retina del espectador.


    Una vez que Harry, Ron y Hermione llegan a Hogwarts se desata la acción y el ritmo de la película va in crescendo. David Yates vuelve a demostrar lo bien que sabe utilizar los tiempos narrativos: gigantes, arañas, hechizos, explosiones y muertes se intercalan con escenas en absoluto silencio que muestran lo difícil que es aceptar el destino. Nunca el silencio había expresado tanto.

La última película de Harry Potter nos deja momentos inolvidables: la entrada de Harry en Hogwarts, el flash-back de Snape, la progresiva locura de Voldemort (un Ralph Fiennes soberbio), la despedida de Harry, Ron y Hermione, la escena en el Bosque Prohibido ,el discurso de Neville y por supuesto, el enfrentamiento final entre Harry y Voldemort.

En los aspectos técnicos del film, hay que destacar que David Yates vuelve a dar con la tecla perfecta que ya hizo que la primera parte sorprendiera a unos y a otros. El juego que realiza con los silencios es perfecto, y se combina a la perfección con la mejor banda sonora de la saga, a cargo de Alexandre Desplat. El director ha conseguido la mejor adaptación de la saga, recortando partes del libro (bien para unos y mal para otros) y creando una línea narrativa en el que la interpretación del trío protagonista es la base del éxito. Daniel Radcliffe se vuelve a superar en esta película. En su camino hacia su muerte anticipada, no hace falta nada más que un plano suyo para explicar lo épico de la situación.




 Una de las cosas que quiero recalcar es lo que se vivió dentro de la sala. Nunca había visto una sala de cine tan interactiva con el film. Risas amplias cuando tocaba y silencios absolutos en los momentos de tensión en los que se podía escuchar hasta la respiración. Todo ello aderezado con un público que lloraba en conjunto como nunca antes lo había visto en el cine, ni siquiera en algún drama existencial, sabedor de los acontecimientos que se iban a desarrollar en la pantalla y también porque sabían que la saga de su infancia, la saga de un personaje único que ha crecido a la vez que ellos (o nosotros) llegaba a su fin.

Entre los aspectos negativos, pocos, pero los hay, destaca el desenlace de la batalla entre Harry Potter y Voldemort. Da la sensación de que David Yates ha intentado mejorarlo y retocarlo, pero aún así sabe a poco. Las escenas posteriores al enfrentamiento final rebajan drásticamente la tensión emocional adquirida. El reencuentro en el Gran Comedor y la escena del puente resultan demasiado planas y frías, no acordes con la hazaña conseguida. Otro aspecto negativo es el habitual recorte que David Yates realiza a las escenas de Harry Potter con Dumbledore, vitales en los libros para entender la historia, y recortadas al máximo en las películas, quizás debido a que confía en que el espectador se haya leído los libros. Otro aspecto es el 3D. Hay que señalar y advertir a los espectadores (sobre todo debido a su alto precio) que su efecto es prácticamente inexistente, sólo cuenta con dos o tres momentos impactantes (el dragón, el monstruo de fuego, un dementor y poco más), e incluso se produce como una niebla borrosa en varias escenas importantes.

 En conclusión, Harry Potter se despide con su mejor versión. Una película que pone el broche de oro a una saga que lleva diez años viviendo con nosotros Hoy sí podemos decir de verdad  que el final ha llegado.



Lo mejor: los silencios, los planos, la interpretación de Daniel Radcliffe y Alan Rickman y la batalla en Hogwarts.
Lo peor: el  frío desenlace, la supresión de la historia de Dumbledore y el 3D